miércoles, 20 de abril de 2016

My Storyteller (o te cuento como pasó...lo de escribir)








Tengo un especial cariño por uno de los profesores de mi infancia y adolescencia: el Sr. Rehder, Carlos de nombre aunque todo el mundo le llamaba por el apellido.
Empezaré a contar la historia por el final. Cuando presenté ‘El Secreto de Rómulo Augusto’ en la librería Abacus-Urquinaona de Barcelona  me vino un dilema al momento.
<<Sí Sergio, tu presentas el libro. ¿pero quién te presenta a ti?>> No dude mucho ni tuve que hacer una criba importante para encontrar el candidato idóneo. Mi memoria académica sabía que lo tenía presente y que era el candidato ideal.
Quedamos un día para tomar un café. Yo le llevé mi libro y…¡Él me trajo uno que también había escrito hacía unos años! Volví a casa con: ‘El misterio de la gotas de leche’ y la felicidad de haberme reencontrado con mi viejo profesor que no veía en muchos años.
El Sr. Rheder se leyó el libro en una semana con las dificultades que la vista cansada por los años no le dejaban leer mucho tiempo de forma ininterrumpida. Luego hizo una reseña que leyó y luego argumentó. Le estaré eternamente agradecido.
Recuerdo oírle decir que cualquier opera prima siempre esconde un autor buscando en su propia biografía para luego expresarlo en forma de palabras escritas. Él explicó que en mi caso la novela no seguía el patrón y que parecía como si hubiese vivido las vidas de los personajes que relataba.
Volviendo al pasado, me vienen flashes como en sus clases de literatura por allá en los inicios de los ochenta el mismo profesor nos hacía escribir pequeños textos ‘al estilo de’ cualquiera de los clásicos que él escogía.
Esa nostalgia me vuelve ahora como uno de los momentos felices en los cuales yo escribía y el resultado era completamente satisfactorio. Fue una época de infinidades de libros leídos, unos por obligación académica y otros por puro placer y algunos de ellos por ambas razones, por ejemplo: ‘La verdad sobre el caso Savolta’ de E. Mendoza. Luego devoré sus libros como si fueran caramelos.
Los años posteriores siguieron siendo satisfactorios pero encaminados hacia otros objetivos. Estudiar derecho no era lo que me hacía más feliz, quizás si me hubiera decantado por la historia, otra de mis pasiones hubiera acabado siendo ¿Historiador? No era exactamente eso lo que llevaba innato en mí sin darme cuenta. Durante años escribía pequeños relatos a escondidas, poesías salidas del alma y una vieja novela inacabada que se quedó en el cajón a principios de los noventa. Que feliz fui escribiéndola aunque todavía no tenga final.
Seguían pasando los años y mis lecturas cambiaban, descubría nuevos autores, nuevos estilos. He llegado a leer libros enteros de autores en otros idiomas: en italiano concretamente.
Me encantó ‘El Código Da Vinci’ y otros parecidos que ha escrito D. Brown. Desde entonces siento como si en parte de mi adn  creativo se hubiera impregnado su estilo.
Siguieron pasando los años, entramos en un mundo de nuevas tecnologías donde todo hacía las cosas más fáciles. Parecía que casi todo el mundo escribía pero no todos triunfaban.
2011:<< ¿Por qué no lo intentas Sergio>> , me dije unas semanas después de un viaje que me llevó a Nápoles.
Después de ello me interesé por leer libros como ‘Gomorra’ de Roberto Saviano. Todo mi universo vivido hasta entonces se alineó para que mi primera criatura diera sus primeros pasos, y le puse nombre: ‘El Secreto de Rómulo Augusto’.
Puedo asegurar que cuando desvisto lentamente el mundo de la Camorra napolitana no es por haber tenido contacto con ellos. Me salió tan bien describiéndola que me sentí uno de ellos a la vez que parecía estar viajando a través de la trama de la novela como cuando viajo a otros países que me han aportado tanto.
‘El Secreto de Rómulo Augusto’ ha sido mi primera novela pero han venido otras detrás. Cuando alguna vez he tenido dudas mi querida amiga María Clemente siempre me dice lo mismo: <<¿Escribes? Entonces eres un escritor.>>


Y aquí seguimos sin intención de bajar el pie del acelerador por muchos años.

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