Tengo un especial cariño por uno de los profesores de mi infancia y adolescencia: el Sr. Rehder, Carlos de nombre aunque todo el mundo le llamaba por el apellido.
Empezaré a contar la
historia por el final. Cuando presenté ‘El Secreto de Rómulo Augusto’ en la
librería Abacus-Urquinaona de Barcelona me vino un dilema al momento.
<<Sí Sergio, tu
presentas el libro. ¿pero quién te presenta a ti?>> No dude mucho ni tuve
que hacer una criba importante para encontrar el candidato idóneo. Mi memoria académica
sabía que lo tenía presente y que era el candidato ideal.
Quedamos un día para
tomar un café. Yo le llevé mi libro y…¡Él me trajo uno que también había escrito
hacía unos años! Volví a casa con: ‘El misterio de la gotas de leche’ y la
felicidad de haberme reencontrado con mi viejo profesor que no veía en muchos
años.
El Sr. Rheder se leyó
el libro en una semana con las dificultades que la vista cansada por los años
no le dejaban leer mucho tiempo de forma ininterrumpida. Luego hizo una reseña
que leyó y luego argumentó. Le estaré eternamente agradecido.
Recuerdo oírle decir que
cualquier opera prima siempre esconde
un autor buscando en su propia biografía para luego expresarlo en forma de
palabras escritas. Él explicó que en mi caso la novela no seguía el patrón y
que parecía como si hubiese vivido las vidas de los personajes que relataba.
Volviendo al pasado, me
vienen flashes como en sus clases de
literatura por allá en los inicios de los ochenta el mismo profesor nos hacía
escribir pequeños textos ‘al estilo de’ cualquiera de los clásicos que él
escogía.
Esa nostalgia me vuelve
ahora como uno de los momentos felices en los cuales yo escribía y el resultado
era completamente satisfactorio. Fue una época de infinidades de libros leídos,
unos por obligación académica y otros por puro placer y algunos de ellos por
ambas razones, por ejemplo: ‘La verdad sobre el caso Savolta’ de E. Mendoza. Luego
devoré sus libros como si fueran caramelos.
Los años posteriores
siguieron siendo satisfactorios pero encaminados hacia otros objetivos.
Estudiar derecho no era lo que me hacía más feliz, quizás si me hubiera
decantado por la historia, otra de mis pasiones hubiera acabado siendo
¿Historiador? No era exactamente eso lo que llevaba innato en mí sin darme
cuenta. Durante años escribía pequeños relatos a escondidas, poesías salidas
del alma y una vieja novela inacabada que se quedó en el cajón a principios de
los noventa. Que feliz fui escribiéndola aunque todavía no tenga final.
Seguían pasando los
años y mis lecturas cambiaban, descubría nuevos autores, nuevos estilos. He
llegado a leer libros enteros de autores en otros idiomas: en italiano
concretamente.
Me encantó ‘El Código
Da Vinci’ y otros parecidos que ha escrito D. Brown. Desde entonces siento como
si en parte de mi adn creativo se
hubiera impregnado su estilo.
Siguieron pasando los
años, entramos en un mundo de nuevas tecnologías donde todo hacía las cosas más
fáciles. Parecía que casi todo el mundo escribía pero no todos triunfaban.
2011:<< ¿Por qué
no lo intentas Sergio>> , me dije unas semanas después de un viaje que me
llevó a Nápoles.
Después de ello me
interesé por leer libros como ‘Gomorra’ de Roberto Saviano. Todo mi universo
vivido hasta entonces se alineó para que mi primera criatura diera sus primeros
pasos, y le puse nombre: ‘El Secreto de Rómulo Augusto’.
Puedo asegurar que
cuando desvisto lentamente el mundo de la Camorra napolitana no es por haber
tenido contacto con ellos. Me salió tan bien describiéndola que me sentí uno de
ellos a la vez que parecía estar viajando a través de la trama de la novela
como cuando viajo a otros países que me han aportado tanto.
‘El Secreto de Rómulo
Augusto’ ha sido mi primera novela pero han venido otras detrás. Cuando alguna
vez he tenido dudas mi querida amiga María Clemente siempre me dice lo mismo:
<<¿Escribes? Entonces eres un escritor.>>
Y aquí seguimos sin
intención de bajar el pie del acelerador por muchos años.
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