“Que criaturas tan hermosas. Solo piensan en atacar y saciar su hambre
devorando lo que tienen cerca. Yo las veo como seres bellos, una hermosura
divina”
Cuando vio que había llegado el momento cogió en
brazos el cuerpo del joven musulmán y lo elevó por encima de la bañera. Lo bajó
hasta que quedó a la altura del agua. Se
oyó ya el chapoteo en el agua de las pirañas cuando las gotas de sangre se
mezclaron con el agua dulce.
Aquel joven moro acabó dentro de la bañera. Las
pirañas se fueron a por él como poseídas por el mal. Empezaron a producirle
cortes por todo el cuerpo pero especialmente en los pies. El joven todavía
mantenía la cabeza fuera del agua pero seguía inconsciente. A cada ataque de
las pirañas la heridas se producían por todo el cuerpo, la sangre emanaba más y
enardecía aquellas pirañas que aumentaban el sonido del chapoteo del agua.
El Ser
Imperfecto disfrutaba viendo aquello, era su
nueva obra y se sentía orgulloso de como prosperaba. Sabía que aquello
no acababa allí. Ni tan solo con la posible muerte del joven.
Las pirañas estaban desgarrando la carne con
voracidad, sus ataques eran incluso más intensos de lo que él había previsto.
Por un momento el joven pareció despertar por el dolor que le estaban
infligiendo aquellos peces carnívoros. Abrió un poco los ojos y con vista
borrosa se dio cuenta del peligro. Su cabeza se hundió en el agua mientras las
pirañas tiraban de él.
El cloroformo solo atenuaba en parte el dolor del que
empezó a ser consciente. Hizo un intento de reflotar su cabeza por encima del
nivel del agua y pudo ver como la sangre lo cubría todo. Se espantó todavía más
mientras hacía unos movimientos muy torpes y completamente inútiles.
Las pirañas habían atacado todo su cuerpo incluida la
cara. Sintió desfallecer y no volvió a recuperar el conocimiento. Las pirañas
seguían a lo suyo, generando heridas de más de dos centímetros de diámetro.
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